El vino no es un producto más. Es el resultado de un proceso complejo que involucra ciencia, arte, geografía y tiempo. Cada cosecha es el testimonio de un clima, de un suelo y de una mano humana que interpreta. Reducir todo a, repetir algo que escuché, que me contaron o leí en algún lugar, es una simplificación ingenua; y en el peor, una falta de respeto hacia una cultura milenaria.
Hay un fenómeno curioso y preocupante que se ha instalado en el universo del vino: la proliferación de voces sin formación que, amparadas en la inmediatez de las redes sociales, se erigen como supuestos referentes. Con un teléfono móvil y una botella abierta frente a una cámara, cualquiera parece sentirse con autoridad para opinar, recomendar y sentar cátedra sobre un tema que requiere, por encima de todo, conocimiento y respeto.
La comunicación del vino requiere sensibilidad, formación y compromiso con la verdad. No se trata de hablar “lindo” o de acumular seguidores. Se trata de transmitir con precisión y pasión lo que ocurre detrás de cada copa, de conectar al consumidor con la historia, la técnica y la emoción que encierra una botella. Por supuesto que no debemos acomplejar tanto la comunicación de esta bebida, porque si se transforma tan técnica y sofisticada, alejamos a la gente, como todo, lo ideal es siempre tener un equilibrio, pero nunca pasar la barrera de la desinformación, porque es peor que no informar.
La confusión actual —esa mezcla de opiniones desinformadas y frases hechas— no solo empobrece el discurso, sino que desvía la atención del verdadero propósito: acercar el vino a la gente con honestidad. La industria vitivinícola merece comunicadores responsables, que comprendan esa responsabilidad que implica educar sin dogmatizar, y que distingan entre espectáculo y conocimiento.
El vino no necesita ser tendencia: necesita ser disfrutado, comprendido, esperado, compartido. En tiempos de inmediatez, la profundidad se vuelve un acto de resistencia, de rebeldía. Y en la cultura del streaming, de las redes, de la comunicación con poco conocimiento, defender un legado que nos deja el vino es, quizás, la forma más noble de brindar por su futuro.
No te pierdas la opinión y análisis de nuestro conductor y enólogo Cristian Moor.
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